Bitácora desde el tráfico #8 “La ilusión del atajo”
- Sasha Alberto Klainer Berkowitz
- 1 jul
- 3 Min. de lectura
Hoy el GPS cambió tres veces la ruta. No es que no sepa llegar, pero hasta predecir la hora de llegada es útil.
La primera alternativa, fue sugerida por “tráfico pesado adelante”. Tráfico calificado por la aplicación del dispositivo como poco habitual.
La segunda, porque “se detectó un incidente”.
La tercera, porque “ahora esta vía es más rápida”.
Obedecí sin discutir. Quién sabe más que los sistemas hoy día.
Giré a la izquierda, tomé un retorno, crucé un puente. Malabares cotidianos citadinos. Incluso, ante la carencia y las limitaciones autoimpuestas, consideré la vía de cuota y pagar peaje, pero una leyenda advertía 3 minutos más lento.
Finalmente tocó improvisar y explorar opciones inusitadas.
Me encontré en calles que no conocía,
rodeado de autos que tampoco sabían por qué nos atoramos en la inevitable condición no deseada,
la pausa, el freno al pie en el embrague, mucho más ímpetu que posibilidades,
miradas perdidas, entes refugiados en su relación con lo inanimado de la tecnología, desprovistos de conexión significativa con las personas cercanas, seguros detrás de las barreras de la era de la interacción digital, protegidos por el escudo de la rutina y la normalización del caos.
Y llegué… en algún momento... finalmente...
al mismo embotellamiento, aunque en distinto punto, cada camino, ofrece lo mismo que el anterior,
el mismo rojo eterno, la misma tensión entre prisa y parsimonia, entre quién ve a la otredad y quién se centra en el ostracismo de su insensible egoísmo,
al mismo atasco donde habríamos coincidido todos de no haber recurrido a maps o al waze,
hiciéramos lo que hiciéramos. No hay forma de ganarle al destino...
Pensé entonces en la vida.
En cuántas veces tomamos decisiones solo por evitar el peso, el choque o la espera. En esa necesidad de sentir que hay movimiento, aunque sea más la urgencia a volar qué tener una pista dónde aterrizar.
En cuántas veces confiamos en que otro —una voz externa, una app, una tendencia, una urgencia— nos diga por dónde ir, cómo corregir el rumbo, que quizá no sea el mayor problema.
En cuántas veces la promesa de atajo nos hace olvidar lo que hay para encontrar al alcanzar el destino, para qué esas millas extra, y peor, nos hace padecer y no disfrutar del trayecto y la compañía...
Tal vez no necesitamos más rutas... o mejores copilotos...
Tal vez necesitamos más claridad sobre a dónde íbamos, a qué vamos, cuál es el sentido profundo, y que hay cosas más importantes que nuestros planes e intenciones coyunturales.
Que a veces dar un golpe de timón no necesariamente mejora las cosas. Que todo pasa por algo y que siempre somos capaces de hacernos mejores a través de cualquier experiencia y no romper la armonía con los demás y el cosmos, he advertido en mi peregrinar que lo que lanzamos al espacio nos regresa, de una forma u otra.
Y tal vez el tiempo que creemos ganar esquivando obstáculos, recalculando rutas,
es justo el tiempo que podríamos ganar conectando con gente que nos cambia los paradigmas anquilosados que nos restringen,
que nos liberan momentáneamente de la vorágine diaria que nos envuelve absortos, volando por instrumentos en modo avión, queriendo estar en otro sitio recurriendo al pensamiento mágico, enojados o resignados, o simplemente extraviados... como pairo a la deriva...
o tal vez, en la miopía cotidiana y contemporánea, de ese entumecimiento cómodo, siga siendo ese tiempo que perdemos alejándonos de lo esencial.

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